miércoles, 21 de diciembre de 2011

Un buen regalo para Navidad.

Dice un viejo proverbio que más vale enseñar a pescar que regalar peces. Pocos se opondrían ante tal afirmación, pues el proverbio apela a la educación por encima de la limosna, a la enseñanza de algo que de alguien aprendimos por arriba del regalo comprado. Enseñar a pescar implica desprenderse de un saber (y aprehender en el mismo momento), de las mañas y peripecias de un oficio, de los hábitos acuñados, del respeto a la naturaleza y entregarlo a alguien con amor.
Pero… ¿qué pasa si el rio en donde se pesca ha sido comprado por alguien que nos prohíbe aprender a pescar? O ¿qué pasa si el río ha sido envenenado por los deshechos de la Globalización como en Wirikuta (http://bit.ly/rS71Sf)? Es decir, ¿qué pasa, si pasa lo que está pasando?
Un buen regalo para esta Navidad sería enseñar a delirar-razonadamente, andar un poco locos por la vida pensando que las cosas pueden ser de otro modo pero conscientes de que en este momento no lo son, a pensar en utopías realizables en donde todos los jóvenes puedan tener acceso a la educación, y que todo estudiante egresado pueda encontrar un empleo digno. Un buen regalo para Navidad sería fomentar la esperanza en que como familia tal vez no lo podamos todo, pero haremos todo lo posible por hacerlo. Un buen regalo de Navidad es enseñar todo lo que de alguien hemos aprendido y aprender con alegría lo que nos depare la vida.
Estas fechas son un excelente momento para reflexionar personalmente de todos los aprendizajes del año. Si no aprendemos de nuestros errores, nuestros delirios-razonables, utopías, esperanzas y enseñanzas serán poco fértiles. Reflexionar y aprender de nuestros errores es uno de los mejores regalos que nos podemos dar para esta Navidad. También una bonita bufanda tejida va bien con la reflexión.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¡Ni tres libros...chale!

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Lectura (http://bit.ly/sVhtRj), en México se leen 2.9 libros por habitante, es decir; la mayoría de los mexicanos no lee ni tres libros al año. Dato revelador si realizamos una comparación con países como España o Alemania, en donde se leen 7.7 y 12 libros respectivamente por habitante cada año. Asimismo, Conaculta revela que poco más del 27% de la población mexicana leyó un libro en 2010, mientras que menos del 27% asistió a una biblioteca.

En México, sólo el 35% de la población tiene más de diez libros en casa y el 20% adquirió un libro en el último año. También se calcula que únicamente el 20% de la población ha visitado una librería.

Y no es que el mexicano no lea, sino tiene otras preferencias en sus lecturas, como por ejemplo son: los diarios con porno-historias (El Gráfico o El Metro), la nota roja (El alarma), la farándula y sus espectáculos (El TvyNotas), las historietas vaqueras. También La Biblia (no toda, por supuesto; sólo algunos pasajes) y Carlos Cuauhtémoc Sánchez (o Gaby Vargas –por aquello de la equidad de género-) son el plato de lectura diario de los mexicanos.

En este sentido, habrá quienes no se espanten ni se empachen porque alguno de nuestros presidenciables no lea, pues si no lo hace la mayoría de los mexicanos, ¡¿por qué habría de hacerlo su “líder” político?! Por su puesto que también están las personas que ven mal y hasta penoso que alguien no pueda decir ni tres libros que le hayan marcado, no sólo en el 2011 que está pronto a concluir, sino en la vida.

La situación medular aquí (aunque pareciera no serlo), no está en el juicio al que la mayoría de los mexicanos somos proclives (por leer poco o textos de la nota roja o de la farándula). Sino más bien, lo medular, lo importante; está en la pobre memoria histórica que se tiene por leer poco. El candidato del PRI no es juzgado por la mayoría de los mexicanos en el escenario político o por su campo de acción y su opacidad ante los delitos de Atenco y Arturo Montiel, sino por su falta de lectura (como cualquier otro mexicano).

Los menos de tres libros que leen los mexicanos arrojan tal vez, el desconocimiento de su historia nacional, y por ello mismo, se corre el riesgo de regresar a esa figura de corrupción e impunidad jurásica de la cual; muchos otros sí la recordamos porque la vivimos y/o la leímos.



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cuestión de educación, ¿el ciudadano o el consumidor? O ¿ambos?

Los años del neoliberalismo en México han marcado con sello distintivo el entendimiento sobre educación y así, sobre la formación de las nuevas generaciones de los mexicanos. Es decir, desde mediado de los 80´s con Miguel de la Madrid y sus sucesores como Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón; se ha mantenido una política de calidad, productividad y ganancia. No en vano hoy las competencias en educación como postura administrativo-pedagógica para la formación de saberes y principalmente pragmáticos en la resolución de problemas laborales y no así, en la resolución de situaciones vivenciales y de la democracia.
El sujeto a formar en el Neoliberalismo no está en la persona con valores o en el ciudadano, sino en el usuario o mejor dicho en lenguaje neoliberal, “el consumidor”. La diferencia entre estos dos conceptos, ciudadano y consumidor está en el enfoque educativo que se quiera optar. El primero, el ciudadano, es una persona comprometida con la comunidad y en específico, con la vida en democracia. Se manifiesta en contra de los abusos, exige el respeto a los derechos humanos, demanda a la autoridad tapar el bache de su colonia y la reparación del alumbrado público que él y la comunidad pagan con lo poco mucho que le retiene Hacienda. El consumidor por su parte, vela por su satisfacción y sus necesidades. Se manifiesta en contra de los abusos de su proveedor de cable, exige el respeto a la tarifa que le había prometido su empresa telefónica, demanda a la autoridad que reponga su servicio de Internet y la reparación inmediata de su servicio de gas natural que él está pagando con lo poco mucho que gana en la quincena.
Educar se convierte en una cuestión de enfoque. Pues ciudadano y consumidor son fines de dos filosofías pedagógicas. La cuestión no está en formar en uno o en otro al sujeto, porque querámoslo o no, vivimos en democracia (o eso nos han dicho desde el dos mil y la alternancia en el poder ejecutivo) y los problemas sociales y de la comunidad nos impactan directamente en nuestra forma de vida; pero también consumir, querámoslo o no, lo tendremos que hacer, pues los bienes y servicios del libre mercado hacen las tarifas y las competencias comerciales más accesibles para nosotros, los consumidores. Entonces, ¿por qué no procurar la misma educación de los bienes (del consumidor) en los bienes de la ciudadanía?
Sólo es cuestión de educación integral. Ah, y de cambio de rumbo político y personal.




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